Recorrer la esplendida costa caribe de Panamá en canoa no estaba entre mis planes de viaje, pero a veces, el viaje toma su propio rumbo y normalmente opuesto al trazado previamente en el mapa. Así, a finales del mes de febrero de 2005 navegaba rumbo al archipiélago de Kuna Yala en una pequeña canoa de unos seis metros y propulsada por un más pequeño todavía motor fueraborda de 15 caballos.
Todo empezó dos días antes mientras realizaba un reportaje sobre la fiesta de los Diablos y los Congos en Portobelo, una tradición trasmitida de generación en generación y que al parecer tiene sus raíces en un ritual que hacían los negros cimarrones (esclavos que huían buscando su libertad) en las montañas. El diablo representa al conquistador español, al poderoso, al malo, mientras que los congos son los esclavos, los oprimidos y desposeídos. Una tradición que estuvo a punto de desaparecer y ahora gracias a algunas iniciativas privadas esta comenzando a revivir.
Diablos y Congos
Diablos y Congos
Portobelo esta situada en una bella bahía descubierta por Cristóbal Colon en su cuarto viaje y que posteriormente se convertiría en el lugar desde donde saldrían hacia España todo el oro y la plata de los saqueos españoles en el llamado Nuevo Mundo. Todavía se conserva el edificio de la Aduana, donde se almacenaban esos tesoros hasta que salían en barco vía La Española, la actual Republica Dominicana o Cuba, y posteriormente hacia la península. Desde la entrada de la bahía hasta el pueblo hay restos de cuatro fuertes, desde donde los españoles se protegían de los frecuentes asaltos de los piratas (en la misma entrada a la bahía hay un pequeño islote llamado Drake, donde al parecer se hundió con su barco el famoso corsario).
Portobelo
Portobelo
El día anterior a la fiesta conocí a una mujer española que trabajaba para la AECI (Asociación Española de Cooperación Internacional), precisamente en la reconstrucción del magnifico edificio de la Aduana. Ella fue quien me hablo del padre Benicio. El padre Benicio es un indio Kuna que estudio durante unos años en España y ahora es misionero en la pequeña isla de Cartí, en el archipiélago de Kuna Yala. Yo había descartado viajar a dichas islas, pues apenas me quedaban unos días de estancia en el país y pensé en dejarlo para mejor ocasión, pero mi amiga se empeño en llamarle y para mi suerte, el padre Benicio se encontraba haciendo compras en Colon, muy cerca de Portobelo y al día siguiente salía “en canoa” hacia Carti. Hable con el por teléfono y no dudo en invitarme a su casa, pero me dijo que seria mejor que fuese en avioneta, pues el mar estaba bastante fuerte para mi…
Al día siguiente navegábamos costeando mientras una densa cortina de agua caía sobre nosotros. A pesar de estar habituado a navegar, aquello era totalmente distinto. La canoa (que por cierto es una palabra taina, y los tainos eran una de las tribus que habitaban las islas del caribe antes de ser exterminados por los colonos españoles) no es mas que un tronco de un árbol, y sentado sobre el fondo uno tiene la sensación de ir navegando sobre una tabla de surf, sin protección alguna contra las embestidas del mar.
Una vez en la playa de donde saldríamos estuve a punto de recular viendo las enormes olas que rompían contra el arrecife, a unos cien metros de la blanca arena donde varios jóvenes indios kunas se afanaban en cargar todas las compras de Benicio y después atarlo todo cubierto con lonas plásticas para aislar del agua del mar. Empecé a sufrir por mis cámaras, mi ordenador portátil y maldecía mi atrevimiento y estùpido orgullo cuando le dije que en peores mares había navegado. Creo que el simpático Benicio, un cura distinto, divertido, humilde y bajito pero tremendamente fuerte, se estaba partiendo de risa al verme la cara de sufrimiento. Le dije, Benicio, ¿no lo ves un poquito complicado? No, no, esto es un poquito difícil para salir, pero una vez fuera del arrecife ya no hay problema…
Salimos. He de reconocer que pase miedo, pero salimos. Por suerte, en la canoa no ves hacia delante, menos el piloto todos íbamos sentados viendo hacia la playa. Otros dos sentados delante de mi, cada uno con una cáscara de coco partido a la mitad con la que achicaban agua continuamente. El padre Benicio sentado a mi lado, y con una de las lonas cubriéndonos del agua que entraba a raudales al batir la proa sobre las olas, y tres hombres más en la proa. Yo no veía nada, pero tampoco quería ver, solo pensaba en mis cámaras…
En la canoa hacia kuna Yala...
Ciertamente, una vez conseguimos salir de la rompiente la cosa mejoro, a pesar de que las olas seguían siendo grandes navegábamos sin dificultad. Casi cuatro horas después llegamos frente ala barrera de arrecifes de coral que da acceso a las islas. La vista desde el mar era sencillamente espectacular, y temerario intentar cruzar por allí. Para cruzar hay unos pequeños canales que los indígenas conocen muy bien, y solo por ahí se puede atravesar, pero el mar alcanzaba al contacto con la barrera de arrecifes unas proporciones insultantes para nuestra pequeña canoa, o eso pensaba yo. Efectivamente, y tras una breve charla en lengua kuna entre Benicio y el joven piloto, decidieron que seria muy arriesgado cruzar en ese lugar y seguimos navegando por la parte exterior durante un buen rato, en busca de un mejor lugar para intentarlo.
“Por aquí cruzaremos…”.
Tras estas palabras la frágil embarcación viro hacia la playa que se intuía allá al fondo cuado nos elevábamos sobre las olas. Luego de haber decidido que de nada me serviría ya lamentarme por lo que pudiese suceder y tras comprobar como el diestro piloto manejaba la situación me relaje y comencé a disfrutar de lo que ha sido una de mis mejores travesías marítimas… Realmente estábamos surfeando las enormes olas. Todos estaban excitados pero les veía disfrutar, sabían muy bien lo que hacían. Enfilamos hacia la costa subidos a lo alto de una de las olas y luego la bajamos a gran velocidad cortándola en diagonal. Al momento quedábamos en un punto muerto en que todos vigilaban la llegada de otra buena ola sobre la que cabalgar. Cuando esta se iba acercando acelerábamos al máximo hasta subirnos a su cresta y de una forma maravillosa volvíamos a volar sobre el mar. Fantástico, realmente excitante, y ni una gota de agua estaba entrando a bordo.
Después de un buen rato realizando esta operación llegamos frente al arrecife. Aquí hubo un momento bastante delicado pues tuvimos que maniobrar bruscamente para no ir directamente contra las rocas coralinas. Zozobramos y entro un poco de agua, pero con una nueva muestra de genialidad a la caña entramos entre los corales a gran velocidad y de pronto nos encontramos navegando mansamente sobre aguas turquesas y cristalinas. Atrás quedaba el estruendo del mar golpeando sobre la barrera natural. Estábamos en Kuna Yala o Dulenega –como la definen los Kunas- la tierra de la gente viva.
Archipiélago de Kuna Yala, Panamá
El archipiélago de Kuna Yala está compuesto por unas 365 islas que forman un collar coralino en la costa caribe de Panamá. También llamado Archipiélago de San Blas la comarca funciona de forma autónoma desde el año 1938 y su historia data de más de 500 años antes de la llegada de los españoles al nuevo continente.
Según un censo del año 2000, viven aproximadamente 62000 indios Kuna entre tierra firme y las islas, distribuidos en unos 48 poblados por toda la región.
Los Kuna son considerados una de las pocas tribus indígenas del continente americano que mantiene casi intacta su cultura a pesar de todos los cambios acaecidos en el mundo que les rodea.
Archipiélago de Kuna Yala, Panamá.
Muchas de las pequeñas islas están deshabitadas, y las más grandes no superan los dos mil habitantes, siendo todas de una gran belleza. La primera parada fue en la isla de El Porvenir. Cualquier embarcación que entre o salga del archipiélago a de pasar por un control aduanero y policial establecido en este pequeño islote. Los extranjeros hemos de presentar nuestro pasaporte como si hubiésemos llegado a otro país, y realmente estaba en otro país pues a partir de ese momento nada tenía que ver con el resto de Panama. Aquí rigen sus propias leyes, tradiciones y por supuesto su cultura ancestral.
Una vez presentado mi documentación reanudamos el viaje. Todavía navegamos media hora más hasta llegar a nuestro destino. Ya llegando a Carti hicimos una breve parada para dejar a dos de los hombres que nos acompañaban en otra pequeña isla a no más de 500 metros de distancia entre ellas. Varias embarcaciones más cruzaban de un lado a otro. Me llamó poderosamente la atención una de ellas; cuatro mujeres con sus trajes tradicionales, cada una con un remo, impulsando con fuerza y destreza su canoa… Era una imagen muy bella.
Mujeres Kuna
Ya en casa de Benicio pusimos a secar nuestras ropas y por suerte mi equipo no se habia mojado. Fue de las pocas cosas que llegaron secas. Todavía faltaba un requisito más para poder estar de forma legal en la isla. A las siete de la tarde habría una reunión del congreso de la isla, y allí tendría que presentarme formalmente. Yo no entendía nada, pero me vestí con pantalones largos, tal como me aconsejo el padre “por respeto al congreso” y salimos hacia allí.
Estaba oscureciendo y de las cabañas salía una tenue luz de las lámparas, en algunas ya salía el humo de las hogueras para prepararse la cena. Llegamos frente a una enorme construcción rectangular de madera. Aproximadamente unas trescientas personas, hombres y mujeres, estaban sentados a ambos lados, y en el centro, sostenidas sobre las fuertes vigas de madera, colgaban dos hamacas. A los lados de las hamacas había dos largos bancos de madera. Todos se callaron cuando entramos. La gran sala estaba iluminada de forma tenue pero muy cálida. Tome asiento en uno de los bancos, a mi lado había otros hombres, y en el centro, tumbado sobre una de las hamacas, el Sàhila, la máxima autoridad de la isla.
El padre comenzó a hablar tras los saludos de rigor. Hablaban en kuna, y cada poco me traducía. Les dijo que era su amigo y que me había invitado a pasar unos días en su casa. También les dijo que era periodista, no fotógrafo, pues no esta permitido hacer fotos en las islas sin consentimiento del congreso, y por ultimo les contó que había regresado hacia unos días de Indonesia donde había estado por el desastre provocado por el Tsunami. Esto último suscito gran interés. Cuando Benicio finalizo me dijo que ahora tendría que hablar yo. Me presente y di las gracias por que me permitiesen pasar unos días entre su comunidad. Cuando acabe, el Sàila se puso en pie y comenzó a hablar, en un tono muy suave, casi un murmullo, con grandes pausas entre una frase y la siguiente. Me dio la bienvenida y se mostró muy hospitalario. Algunos entre los asistentes comenzaron a levantarse y hacer alguna pregunta dirigiéndose al padre Benicio. Este me tradujo y para mi sorpresa lo que deseaban era que les contase sobre lo que sabía y lo que había visto en Indonesia tras el desastre provocado por el Tsunami.
Así, me vi dando una charla de lo más animada en una remota isla del archipiélago de Kuna Yala…
Mujeres preparando el pescado para la cena en su cabaña.
Poco a poco me fui enterando de cómo se autogobernaban; La autoridad de cada poblado esta formada por el Congreso, dirigido por un Sàhila (autoridad máxima) y que se reúnen por lo menos dos veces por semana. A estas reuniones están obligados a acudir todos los adultos del poblado y de una forma democrática, mediante votaciones, se resuelven todos los asuntos que afectan a la comunidad, en ocasiones incluso se ventilan asuntos familiares. El mismo tipo de estructura funciona a nivel autonómico, en el que participan los tres Sàhilas Generales, un representante del gobierno central y los Sàhilas de cada una de las islas. Además pueden asistir todos los kunas que lo deseen.
En los días siguientes vaguee tranquilamente por la isla. Los poblados ocupan normalmente todo el espacio de las islas, con unos pequeños pasillos entre las cabañas formando una especie de laberinto en los que es difícil ubicarse, y con acceso al mar por cualquiera de ellos. Las viviendas están construidas con una estructura de madera sobre el suelo arenoso, caña para las paredes y tejados de paja. Normalmente están constituidas por dos estructuras, la Nega Tumat o casa grande que sirve de dormitorio (utilizan hamacas colgadas de las vigas) y la So Nega o casa del fuego destinada para los quehaceres domésticos y cocina. La construcción de la misma se realiza de forma comunitaria.
Su economía esta centrada en la recolección de productos agrícolas, banano, guineos, yuca, aguacate, maíz (del que también extraen una la bebida alcohólica, tras la fermentación, llamada Chicha y muy importante en cualquier celebración), etc. Pero sin duda, la parte más importante de su dieta esta formada por el pescado, muy abundante en todo el arrecife y que preparan ahumado para poder así conservarlo hasta por dos meses sin refrigeración. La captura de langostas, que realizan en profundas inmersiones de hasta 30 metros de profundidad, es la base de su economía.
Pesca de langostas
En una de las cabañas, algunas mujeres estaban preparando gran cantidad de comida mientras otras traían constantemente agua de mar en unos recipientes hechos con cáscara de coco. Pregunte que pasaba pero no logre entender muy bien. Benicio me lo explico. Preparan una gran fiesta, la Fiesta del Desarrollo. Cuando las jóvenes mujeres kunas tienen su primera regla se les lava en agua de mar durante tres días, y luego su familia a de celebrar una fiesta con comida y chicha en abundancia para todo la comunidad. Estas fiestas suponen un gran desgaste para la maltrecha economía de las familias, pero lo asumen con alegría como parte de sus tradiciones.
La estructura familiar de los Kunas se fundamenta en el matrimonio monogámico, donde rige el concepto de sociedad patriarcal. Al contrario que los hombres, de vestimenta muy sencilla, con camisa y pantalón largo de tela lisa, las mujeres llevan sus mejillas pintadas de rojo y una delgada línea negra de“jagua” que delinea su nariz, así como la característica argolla. Todas utilizan pulseras y tobilleras que cubren gran parte de sus extremidades así como una pañoleta roja y amarilla para cubrirse la cabeza. Visten blusas de “mola” y faldas anudadas a la cintura. La confección de las molas consiste en la aplicación de de pedazos de tela, uno encima de otro, cosidos con una puntada especial, conformando intrincados y extraordinarios diseños. Cada uno de estos diseños es único y original y en ellos reflejan la concepción del mundo, la naturaleza y la vida espiritual de los Kunas. En la actualidad, muchas mujeres se trasladan a la capital o a cualquier lugar turístico donde comercian con las molas, siendo uno de los souvenir típicos del país. Según la historia oral de los Kunas, la “mola” fue creada por la primera mujer Kuna de nombre Kikadiryai, quien enseño a las mujeres su confección y su uso.
Mujeres Kuna cosiendo las tradicionales Molas
A última hora de la tarde, casi ya en la oscuridad, el antiguo sonido a mar de una caracola invade toda la isla. Es la llegada de los pescadores. Las mujeres comienzan a correr hacia el muelle, pues las primeras elegirán los mejores pescados; atunes, pargos, barracudas, meros, dorados…
Esa misma tarde el secretario del Congreso nos visitó. Traía una invitación del Sàhila para que me quedase a la festividad del día veinticinco en que los Kunas celebran su independencia (todo un gran honor), pero eso ya no era posible pues al día siguiente, muy temprano, viajaría de regreso a Panamá y de ahí mi regreso a España.
Así, unas horas más tarde navegamos con una preciosa luna llena iluminando el trayecto hacia la costa. Tomo una última foto. Esta vez me dejarán en un lugar muy cercano a la isla, a unos veinte minutos, donde a primera hora de la mañana me recogerá una pequeña avioneta. Me despido de Benicio con la promesa de regresar…La última vista del archipiélago, desde el aire, me muestra toda la belleza de Dulenega, “la tierra de la gente viva”.
Viaje de regreso a la luz de la luna
PD.: Regresé a Kuna Yala o Archipiélago de San Blas en el 2009 para realizar un reportaje sobre la pesca de langosta de los indios Kuna que está incluido en mi proyecto «Hijos del Océano». Algunas de las fotos son de este segundo viaje. No fui capaz de localizar al padre Benicio, pero supe que se encontraba bien, y se había trasladado a alguna otra de las maravillosas islas coralinas.
Para ver más fotos de Kuna Yala: http://javierteniente.photos helter.com/gallery/Kuna-Yala-Panama/G0000pVszmYsDQR4/